divendres, 21 de setembre del 2012

EL CASTELL DE FORNA I



FORNA I EL SEU CASTELL
( PRIMERA PART )



L’ Associació Cultural Marge Gros, dins dels diferents actes en què participa amb l’Ajuntament de Daimús amb motiu del 400 aniversari de la Carta de Poblament del poble, organitza pròxim diumenge 7 d’octubre amb una visita a Forna i al seu castell, amb la col.laboració de l'Ajuntament de l'Atzúbia-Forna. 
Forna , el lloc estret i fosc, es troba situada en una petita vall allargassada que, com s’ha dit en un altre lloc, s’obri desvergonyida cap a la mar Mediterrània, als peus d’un magnífic castell, o palau - fortalesa, quasi de joguet, de preciós que és. En l’actualitat aquest poble forma part del municipi de l’Atzúbia-Forna des de la segona dècada del segle XX. Allunyat de les principals rutes de comunicació, des de la segona meitat del segle XIX va anar perdent població: uns, els que més, cap a la pròxima vila d’Oliva, altres cap a  indrets com  Pego i l’Atzúbia, però mai ha perdut la seua pròpia personalitat. 

No. En aquesta ocasió no hem fet la ruta preliminar , perquè hem preferit rescatar dos sucoses i magnífiques columnes periodístiques  que hem exhumat de la hemeroteca del periòdic La Vanguardia, corresponents al 10 i 12 de setembre de 1965. Paga la pena llegir-los, perquè encara s’entreveu un poble que  estava vivint importants transformacions: la introducció del reg i del conreu de la taronja en substitució dels cultius tradicionals, l’aparició de l’extracció d’arena de les vessants de les seues muntanyes, la progressiva emigració de la seua població... uns anys abans de l’arribada dels anglesos i la construcció de nombrosos xalets que, en part, van continuar donant-li vida a aquest preciós lloc. 
Aquestes columnes estaven signades per un tal Ero, pseudònim que corresponia a l’escriptor  gallec Álvaro Rubial (1910-1999), el qual va col·laborar en nombrosos periòdics i revistes de l’època, com El Faro de Vigo, El Ideal Gallego, El Ciervo... Després d’haver fixat la seua residència a Barcelona, a partir de 1962 comença a publicar la columna diària La Calle y su mundo, en el diari La Vanguardia, cosa que continuarà fent fins el moment de la seua mort.
Us fem ara un primer lliurament  d’aquesta deliciosa columna, especialment emotiva per aquelles persones coneixedores d’aquest bell llogaret de la vall de Forna. 



LA VANGUARDIA ESPAÑOLA, VIERNES 10 SEPTIEMBRE 1965

LA CALLE Y SU MUNDO

EL VALLE DE FORNA
Dejando la carretera de Denia a Alcoy, llegamos por una entrada descarnada a Forna. Como todos los caminos provinciales, éste, proyectado y ejecutado a mínimo gasto, se cuaja de repechos y revueltas, y a su conservación no creo que se destine ninguna partida en los presupuestos de la Diputación de Alicante. El pueblo de Forna, que tuvo antaño cien vecinos, acaso no pase ahora de la treintena. Se ven casas destripadas, otras cerradas a cal y canto, y algunas desaparecieron. Por los muros decrépitos trepan las zarzas. Los emigrantes se asentaron en Pego, Villalonga y Oliva. A primera vista cabe afirmar que el pueblo ha ido a menos.
Y, sin embargo, Forna es más rica que antes. Los viejos cultivos eran el olivo, el algarrobo y las uvas pasas de cepa moscatel, es decir, lo típico de los secarrales de estas tierras. Hoy los terrenos se han transformado en naranjales — de reciente plantación — que ya comienzan a rendir y que son regados en su mayoría por pozos artesianos cuyas profundidades oscilan entre los ciento cincuenta y los doscientos metros. Estos amplios regadíos se extienden por unas trescientas anegadas, según me informan los vecinos. También se explotan canteras de arena para las edificaciones turísticas de Gandía, Denia y Villajoyosa. Los materiales de estas canteras son de excelente calidad y los caminos areneros hacen un magnífico servicio al vecindario de Forna, huérfano de toda suerte de transportes oficiales. Es decir, que un pueblo oscuro y arrinconado no lo está realmente, pues los chóferes, gente amable, traen y llevan recados y paquetes a las poblaciones de las cercanías.
El valle de Forna, que se va enriqueciendo con los nuevos regadíos, despliega su verdor desde las azulencas y hostiles montañas de Villalonga hasta el mar de Oliva. No sé si don Gregorio Mayans y Sicar, él tan devoto de estas comarcas, hablará de Forna en alguna de sus múltiples obras. Tal vea don Gregorio sea sólo de Oliva y no le hayan interesado las oliveras y garroferas perdidas en una lejana encañada. El valle presenta la singularidad de un otero cónico emplazado casi en su centro geométrico, y en la cima, atalayando pedregosas laderas, se encuentra el famoso castillo. Se trata de una construcción de manipostería y ladrillo izada por los árabes y que a mi modesto juicio sufrió numerosas reformas que desvirtúan su traza primitiva. No es, naturalmente, un gran castillo roquero, sino más bien una fortaleza militar de aire secundario y subalterno.
A mí me sorprende un poco, leyendo en Forna el libro de Joan Fuster «El País Valenciano», que el escritor no se ocupe de éste su valle. “Como valle, el de Pego es más ancho y apacible que cualquier otro de estas comarcas, y más feraz también”, escribe Fuster. Acaso tenga toda la razón o la tenga a medias. No soy yo el indicado para dilucidar estas cuestiones, pues es la primera vez que ando vagando por estas
latitudes. Pero el valle de Forna, con su caserío entre olivares, y el mogote castrense en medio de los naranjales es una nota curiosa de una paisajística verde, ceñida por un anfiteatro de agresivas y hoscas cordilleras.
— ERO.







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