FORNA
I EL SEU CASTELL
(
PRIMERA PART )
L’
Associació Cultural Marge Gros, dins dels diferents actes en què participa amb
l’Ajuntament de Daimús amb motiu del 400 aniversari de la Carta de Poblament
del poble, organitza pròxim diumenge 7 d’octubre amb una visita a Forna i al
seu castell, amb la col.laboració de l'Ajuntament de l'Atzúbia-Forna.
Forna
, el lloc estret i fosc, es troba
situada en una petita vall allargassada que, com s’ha dit en un altre lloc,
s’obri desvergonyida cap a la mar Mediterrània, als peus d’un magnífic castell,
o palau - fortalesa, quasi de joguet, de preciós que és. En l’actualitat aquest
poble forma part del municipi de l’Atzúbia-Forna des de la segona dècada del
segle XX. Allunyat de les principals rutes de comunicació, des de la segona
meitat del segle XIX va anar perdent població: uns, els que més, cap a la pròxima
vila d’Oliva, altres cap a indrets com Pego i l’Atzúbia, però mai ha perdut la seua
pròpia personalitat.
No.
En aquesta ocasió no hem fet la ruta preliminar , perquè hem preferit
rescatar dos sucoses i magnífiques columnes periodístiques que hem exhumat de la hemeroteca del periòdic La Vanguardia, corresponents al 10 i 12
de setembre de 1965. Paga la pena llegir-los, perquè encara s’entreveu un poble
que estava vivint importants
transformacions: la introducció del reg i del conreu de la taronja en
substitució dels cultius tradicionals, l’aparició de l’extracció d’arena de les
vessants de les seues muntanyes, la progressiva emigració de la seua població...
uns anys abans de l’arribada dels anglesos i la construcció de nombrosos xalets
que, en part, van continuar donant-li vida a aquest preciós lloc.
Aquestes
columnes estaven signades per un tal Ero,
pseudònim que corresponia a l’escriptor gallec Álvaro Rubial (1910-1999), el qual va col·laborar
en nombrosos periòdics i revistes de l’època, com El Faro de Vigo, El Ideal
Gallego, El Ciervo... Després d’haver fixat la seua residència a Barcelona,
a partir de 1962 comença a publicar la columna diària La Calle y su mundo, en el diari La Vanguardia, cosa que continuarà fent fins el moment de la seua
mort.
Us
fem ara un primer lliurament d’aquesta
deliciosa columna, especialment emotiva per aquelles persones coneixedores d’aquest
bell llogaret de la vall de Forna.
LA VANGUARDIA ESPAÑOLA, VIERNES 10 SEPTIEMBRE 1965
LA CALLE Y
SU MUNDO
EL VALLE DE FORNA
Dejando la carretera de Denia a Alcoy, llegamos por una entrada descarnada
a Forna. Como todos los caminos provinciales, éste, proyectado y ejecutado a
mínimo gasto, se cuaja de repechos y revueltas, y a su conservación no creo que
se destine ninguna partida en los presupuestos de la Diputación de Alicante. El
pueblo de Forna, que tuvo antaño cien vecinos, acaso no pase ahora de la
treintena. Se ven casas destripadas, otras cerradas a cal y canto, y algunas
desaparecieron. Por los muros decrépitos trepan las zarzas. Los emigrantes se
asentaron en Pego, Villalonga y Oliva. A primera vista cabe afirmar que el
pueblo ha ido a menos.
Y, sin embargo, Forna es más rica que antes. Los viejos cultivos eran el
olivo, el algarrobo y las uvas pasas de cepa moscatel, es decir, lo típico de
los secarrales de estas tierras. Hoy los terrenos se han transformado en naranjales
— de reciente plantación — que ya comienzan a rendir y que son regados en su
mayoría por pozos artesianos cuyas profundidades oscilan entre los ciento
cincuenta y los doscientos metros. Estos amplios regadíos se extienden por unas
trescientas anegadas, según me informan los vecinos. También se explotan
canteras de arena para las edificaciones turísticas de Gandía, Denia y
Villajoyosa. Los materiales de estas canteras son de excelente calidad y los
caminos areneros hacen un magnífico servicio al vecindario de Forna, huérfano
de toda suerte de transportes oficiales. Es decir, que un pueblo oscuro y
arrinconado no lo está realmente, pues los chóferes, gente amable, traen y
llevan recados y paquetes a las poblaciones de las cercanías.
El valle de Forna, que se va enriqueciendo con los nuevos regadíos,
despliega su verdor desde las azulencas y hostiles montañas de Villalonga hasta
el mar de Oliva. No sé si don Gregorio Mayans y Sicar, él tan devoto de estas
comarcas, hablará de Forna en alguna de sus múltiples obras. Tal vea don
Gregorio sea sólo de Oliva y no le hayan interesado las oliveras y garroferas
perdidas en una lejana encañada. El valle presenta la singularidad de un otero
cónico emplazado casi en su centro geométrico, y en la cima, atalayando
pedregosas laderas, se encuentra el famoso castillo. Se trata de una construcción
de manipostería y ladrillo izada por los árabes y que a mi modesto juicio
sufrió numerosas reformas que desvirtúan su traza primitiva. No es,
naturalmente, un gran castillo roquero, sino más bien una fortaleza militar de
aire secundario y subalterno.
A mí me sorprende un poco, leyendo en Forna el libro de Joan Fuster «El País Valenciano», que el escritor no se ocupe de éste su valle. “Como valle, el
de Pego es más ancho y apacible que cualquier otro de estas comarcas, y más
feraz también”, escribe Fuster. Acaso tenga toda la razón o la tenga a medias.
No soy yo el indicado para dilucidar estas cuestiones, pues es la primera vez
que ando vagando por estas
latitudes. Pero el valle de Forna, con su caserío entre olivares, y el
mogote castrense en medio de los naranjales es una nota curiosa de una
paisajística verde, ceñida por un anfiteatro de agresivas y hoscas cordilleras.
— ERO.
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